La historia de la casa embrujada es tan antigua como antiguas son las casas y como antiguo es el miedo humano a lo desconocido. Cada vez que escucho que “en esta casa penan”, disfruto de la historia, en la que un personaje, conocido o desconocido, se aferra al lugar en el que vivió asustando a los actuales moradores.
Es fácil decir que en la casa hay un fantasma para explicar cualquier ruido inusual que se escucha en medio del silencio, especialmente en la noche. Las historias de penaduras y fantasmas que caminan por la casa recorriendo los lugares que frecuentaban cuando estaban vivos son muy entretenidas, pero no pasan de ser eso: historias para explicar ruidos aparentemente inexplicables.
Las construcciones, más que estar habitadas por fantasmas, están vivas ellas mismas, al estar compuestas por materiales que trabajan en conjunto para formar una estructura resistente. Este conjunto vive, respira, y se mueve, aunque ese movimiento sea imperceptible al ojo humano, cada vez que la temperatura cambia, al dilatarse o contraerse sus componentes, y con los temblores diarios también imperceptibles.
Los crujidos de la madera, los sonidos de los metales al expandirse o contraerse, los golpes de aire dentro de las cañerías, son sonidos siniestros que muchas personas atribuyen a la presencia de seres de otro mundo, que andan deambulando por los pasillos o el entretecho, porque han dejado una tarea pendiente, o sólo por el gusto de asustar a los vivos.
Por otro lado, en la noche despierta todo un mundo desconocido para la mayoría: pájaros, insectos y animales nocturnos salen a hacer su vida sin dejar huellas, pero sí emitiendo sonidos extraños para quienes no los conocen. Si se pone atención, insectos como grillos o saltamontes hacen sonar con fuerza sus patas contra la madera, y el grito de algunos pájaros que buscan una presa que cazar bien puede confundirse con un susurro humano.
Eso es por el lado de los ruidos; otro cuento son las sombras. ¿Qué niño no se ha imaginado un monstruo al contemplar un abrigo colgado en la oscuridad? Esa imaginación exuberante de la infancia sigue presente en la adultez, ya no con abrigos en la oscuridad, pero sí con reflejos y efectos más sofisticados, propios del rebote de luces de las construcciones y del entorno en general.
Lo cierto es que más que buscar una explicación más allá de la muerte, sin cuestionar la posible existencia de otras vidas, es interesante conocer la verdadera naturaleza de estos fenómenos, probablemente mucho más alucinante que los mismos fantasmas.
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