16 sept 2009

Recovecos

Desde siempre los laberintos, con sus innumerables recovecos, han sido un símbolo milenario presente en diversas culturas. Entrar a un Laberinto es ingresar a un rito casi tan antiguo como la raza humana: el alma se expresa en imágenes, ritmos y metáforas y el laberinto, como imagen arquetípica, es una manifestación de todos ellos. Ha sido usado como vía de peregrinación y como herramienta universal de meditación por diversas tradiciones espirituales.

Sin duda el laberinto más famoso es el de Creta, morada del Minotauro, laberinto del que no era posible salir, y que finalmente Teseo venció ayudado por el hilo de Ariadna.

Estos lugares, llenos de significado, plagaban los lugares importantes de las antiguas culturas: no sólo e construían laberintos con muros, sino que también se dibujaban el el pavimentos, en las monedas y hasta en las túnicas de los emperadores y de personas influyentes.

En Francia, los laberintos en los pisos de las catedrales recordaban el camino de la vida y la salvación. En Inglaterra, se hacía laberintos en el prado fuera de la iglesia, que eran atravesados como parte de un ritual religioso. Durante el renacimiento, los laberintos fueron usados sin compasión por los diseñadores de jardines formales, esta vez sólo con un afán estético, sin un planteamiento detrás, y es así como las familias europeas más acaudaladas también añadieron laberintos a sus jardines en los siglos XIX y XX.

Pero más allá de las modas de jardines, el laberinto es un mito para ser interpretado, y según el psicoanálisis el laberinto es el acta de acusación más brillante contra nuestra debilidad de carácter, la falta de decisión y la tendencia en crear, en nosotros mismos y en los demás, problemas innecesarios. Las paredes del laberinto onírico están empapeladas de todos nuestros "pero", "quizá", "si"… En el laberinto podemos perdernos recorriendo cominos que no conducen a ninguna parte; recorrer kilómetros y más kilómetros sin movernos prácticamente del lugar, y sin localizar la salida junto a la cual habremos pasado muchas veces.

El enigma de los laberintos está claramente expresado en la película “El Laberinto del Fauno” en la que una niña de 13 años descubre las ruinas de un laberinto donde se encuentra con un fauno, que le hace una increíble revelación: ella es en realidad una princesa, a la que los suyos llevan mucho tiempo esperando. La presencia de un laberinto, un fauno, personaje mitológico, y el ser una princesa sin saberlo, nos muestra la dimensión mágica y onírica que todavía representa para todos nosotros esta enigmática construcción.