Con el actual valor del suelo urbano y el precio de la construcción, cada vez es más difícil optar por una vivienda cómoda, especialmente para los sectores menos favorecidos. Lamentablemente las viviendas que se construyen actualmente, adolecen de una falta de creatividad absoluta, repitiendo, y a la vez empeorando, los mismos patrones de hace 40 años.
Los terrenos se dividen y subdividen, quedando sitios mínimos y su reducida extensión limita el tamaño de la construcción. Construir a lo alto y a lo estrecho para poder acomodar todos los elementos necesarios parece ser la solución: el “compact living”, que no significa apretar los espacios hasta el ahogo y tratar de insertar en los mismos igual cantidad de muebles que en una casa grande, para estrujar aún más el reducido espacio, sino de optimizar el metraje, eliminando espacios inútiles, y aprovechando de usar la mayor cantidad de muros en muebles en obra, funcionales y cómodos para guardar los objetos, prescindiendo de muebles como roperos que sólo estrechan el espacio y cumplen la misma función.
Ha habido concursos de vivienda mínima, en los que han participado tanto arquitectos como estudiantes de arquitectura, y en los que se han desarrollado diseños de gran calidad arquitectónica y bajo presupuesto. Diseñadores han logrado muebles en obra baratos y de múltiples usos, especiales para lugares pequeños. Sin embargo se siguen construyendo las mismas casas insípidas e incómodas de siempre, el mismo plano, las mismas ventanas, los mismos techos.
Es necesario salir del esquema tres dormitorios-estar-comedor-cocina-baño, todo independiente, con un pasillo estrecho a lo largo del cual se distribuye todo o con una calurosa mansarda. Esa distribución la pensó alguien en algún momento y se ha seguido repitiendo sin pensar que la forma de vida, y por ende el uso del espacio, han cambiado. En estas casas no hay lugar para un computador, ni para una lavadora; el primero termina en un pasillo o en un dormitorio, y la segunda en el patio, bajo un improvisado techo, o en el baño.
Se hace urgente re-pensar la manera de configurar el espacio, cada vez más escaso y distinto a como se vivía hace 40 años; pensarlo para personas con necesidades similares a las nuestras, que se merecen una casa bonita, y al mismo tiempo hacer los barrios más agradables.
“Ante todo hay que cambiar de sueño”, dice el viejo chamán en una historia aparecida en la revista Uno Mismo (nº 211), y en este caso no puede ser más verdad.
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