30 mar 2010

Desolación


Es imposible no hablar de ello, imposible no escribir acerca de esta experiencia que probablemente muchos no terminamos de asimilar. Durante esta semana, caminar por las calles céntricas de Curicó, se siente como una película surrealista. Los lugares de siempre, las esquinas tantas veces vistas, los lugares queridos, lo que parecía que era desde siempre e iba estar ahí para siempre, sencillamente ya no están o son un montón de escombros.
Después del susto vino el recorrido por esta ciudad que parece más bien bombardeada, llena de polvo, escombros, retroexcavadoras y militares, y la sensación que deja es de la más pura desolación. El centro que conocimos desde niños se transformó de un momento a otro en la zona cero de esta catástrofe.


Queda la sensación de que no aprendimos mucho del terremoto del 85, o que se nos olvidó después de 25 años. Esta vez no debemos olvidar que vivimos en un país de sismos frecuentes, que nuestras construcciones deben ser acordes a la naturaleza de nuestra zona, y que por mucho que una construcción quiera ser declarada monumento histórico, o queramos llamar patrimonio a una casona de adobe, las placas tectónicas no saben de patrimonio arquitectónico y menos de vidas humanas.
Era esperable que las construcciones de adobe quedaran en el suelo con un  terremoto de esta magnitud. Es más, no habría sido un misterio que se cayeran con un sismo mucho menor;  lo que no se esperaba era que a edificios nuevos les pasara lo mismo. Las fallas estructurales pudieron deberse a deficiencias en el cálculo de las estructuras, en una mala construcción, o sencillamente en un mal diseño de arquitectura. No considerar el importante componente carga dinámica en un diseño es, sencillamente, dar a luz un edificio muerto.

En Chile no podemos construir edificios altos y esbeltos al estilo de Manhattan, ya que a mayor esbeltez el movimiento oscilatorio de los pisos superiores es tan grande que hace colapsar las fundaciones y los primeros pisos y el edificio se derrumba. Las construcciones monolíticas, con proporciones similares en todas las direcciones, resisten bien los movimientos, al menos, en función de su diseño.

Por otro lado, los mejores materiales antisímicos son aquellos que permiten el movimiento entre sus partes sin desarmar la estructura, contrariamente a lo que la mayoría piensa que mientras más fierro y hormigón es mejor. Estas últimas estructuras, sobresaturadas, son las primeras en quebrarse ya que no son capaces de resistir movimientos en distintas direcciones.

Finalmente, no hay arquitecto, ingeniero o constructor que pueda ganarle a la naturaleza, por lo que siempre hay que tener diseñado un plan de escape en caso de sismo, ya que quedó demostrado que quedarse en el umbral de una puerta no funciona.